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Ramón Olivares, Poeta y Editor

domingo, 25 de septiembre de 2016

ENCUENTRO


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Ojos color miel, castaño su pelo, 
con un cumulo de malas experiencias 
que agobian su alma, 
y un gran anhelo de sentirse amada esa noche,
de entregarse.

Río prisionero era ella,
plena de ansias, de pasión, de amor,
que al quitarse su atuendo cotidiano,
rompió el dique que la aprisionaba,
entregando el alma entera, sin ataduras,
sin inhibiciones, sin pena.

Juntos en la oscuridad total,
dimos pinceladas de luz y calor a nuestras almas,
que por momentos iluminadas
daban brillo a nuestra pasión, 
fundiendose en una sola.

Mis dedos impacientes jugaron con los botones de su cuerpo,
provocando un estallido de humedad en ese nicho ardiente y cálido,
mi boca descendió, buscando beber la miel de ese pequeño manantial oscuro donde sus labios se unen.

Nuestros gemidos nos acercaban,
mientras yo me hundía en su cuerpo,
empapándola de caricias,
con la respiración entrecortada, desbocada,
que resecó mis labios, mas no su intimidad.

Ahogada la fuerza de mi interior, 
me sentí naufrago entre las oleadas de placer,
Piel con piel, muriendo de gozo, en un abrazo de amor.

Asiendo con fuerza sus anchas caderas,
que se apoderan del espacio,
moviéndose al ritmo de la lujuria,
buscando tener contacto con mi ardiente ariete.

Se terminaron los límites, todo fluyó,
sus delicados movimientos me guíaban,
entrando mi cuerpo por una vertiente
desconocida hasta ese momento.

Su respiración se transforma,
en deliciosos sonidos sordos, que me enloquecen,
pierdo la cordura galopando detrás suyo,
con el cuerpo cubierto con perlas de sudor,
como el de una fiera en celo.

Caigo rendido a los pecados terrenales,
exploto, y mis gemidos le atrapan,
haciéndola compañera de mi placer.

Termine, te marchaste,
no pudimos vernos más…


José Manuel Ambrosio
Veracruz, México

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