En el corredor roto de los días cansados,
cuando
la vida parece hundirse en su propio lodo,
el
hombre de barro levanta la mirada
y
descubre que aún late un fuego en su pecho.
Porque
incluso la piel cuarteada sostiene la dignidad,
y
hasta la herida más áspera sabe abrir camino;
no
es derrota ensuciarse en la sombra,
derrota
sería olvidar que dentro arde el destino.
Y
así, sentado en el fango donde tantos se rinden,
respira
hondo, siente la grieta iluminar la noche,
y
entiende que mientras exista una chispa interna,
ningún
derrumbe podrá apagar su nombre.
Lucas Grasseler
Río Cuarto, Córdoba, Argentina

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